
yo, porque tú eras lo que yo más amaba;
y tú, porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti,
pero a ti no te amarán como te amaba yo.
Ernesto Cardenal
Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata,
y mato al que me quiere ver triunfante.
Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo:
de entrambos modos infeliz me veo.
Pero yo, por mejor partido, escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que, de quien no me quiere, vil despojo.
Ella es mi máximo querer.
Por ella y solo a ella le daría mi vida entera.
Ella ilumina. Ilumina porque es hermosa. Es hermosa por fuera, tanto más, por dentro.
Ella es tan fuerte que en incontables ocasiones me he apoyado en su vera. Sin embargo, y de improvisto, se me torna el ser más frágil y delicado, y entonces la cuido y la elevo, pues ella suele ser siempre de alto vuelo.
Ella tiene un alma libre, tan libre que a veces, siento que la pierdo. Y lloro. Y lamento no ser como ella. Y es que la quiero tanto, la quiero siempre a mi lado…
Admiro su maravillosa espontaneidad, su frescura y autenticidad. Pocas personas como ella, oh sí, muy pero que muy pocas.
Y es que ella es mi más preciado tesoro, a veces demasiado magnánima para mi gusto, otras un tanto cruel más bien. ¿Un ser bipolar?... No lo creo. De todas formas se me antoja exquisita por ser como es:
arriesgada,
sensible,
amable,
sencilla,
afable,
sincera,
amiga,
compañera y,
lo más importante:
mi hermana pequeña.
Andrea Villamizar
El Secreto del Alma
Era una noche húmeda, pues gotitas de lluvia caían y el viento arreciaba de manera tibia. De repente el silencio falleció y un viejo búho habló:
-¡Despierten, hoy es el día!
La luz de la luna iluminaba tenue, sublime… las aves que en los ramales del viejo sauce dormían, despertaron de repente como si fuera fantasía. Y hasta el ruiseñor que no podía cantar porque su corazón esfuerzo grande no permitía, despertó de su apatía.
Una estrella le murmuró a otra:
- Hoy es el día, ¿qué le podemos regalar?
- ¿Qué tal un pastel?, a todos les gustan y dicen que saben muy bien –respondió un marchitado clavel.
- No seas tonto, a nadie le gustan esas cosas –dijo una de las estrellas – De parte de nosotras le regalamos polvo estelar para que su destino brille sin parar.
Al búho que sólo sabía ulular, no le pareció que a Andrea le fuera a gustar, y pensaba: qué le podía regalar.
El marchitado clavel lloraba porque de su belleza para regalar no quedaba nada.
-¡Vaya, mira a esa rosa!. Aún es un capullo, pero sin lugar a dudas es hermosa – dijo el ruiseñor con emoción.
Todos empezaron a admirarla por su belleza, pero nadie veía lo que en realidad ésta era.
Al unísono todos exclamaron: ¡ella sería muy bello regalo!
El ruiseñor se propuso convencer a la rosa y de su pico brotaban bellas notas.
La rosa nunca pronunció palabras y, sin embargo, no tardaron en juzgarla. Mientras tanto el ruiseñor observaba y le cantaba palabras, para ver si ésta hablaba, pero la rosa altiva sólo miraba. Cantaba y cantaba, pero la rosa lo ignoraba, cuando ya casi se daba por vencido vio que ocurrió algo inesperado, casi un milagro: la rosa empezó a florecer y el ruiseñor se alegró mucho cuando esto pudo ver.
Ambos se hicieron grandes amigos. Ella le preguntó qué opinión tenía sobre las armas, él contestó que mejor eran las palabras.
Él le preguntó acerca de a violencia y el matar, y ella le contestó que todo existe por falta de paciencia, porque la paciencia es una virtud que hay que cultivar.
Ella preguntó acerca de si le gustaba la poesía, él contestó: “me encanta, es alegría; entra por una mirada o por los oídos, pero sólo si de verdad sabes escucharla, presta atención a sus rimas y descubrirás cuál es el secreto del alma.”
- Estás hermosa cómo el sol al amanecer, y creo que para Andrea no habrá mejor regalo para ver. Ella de seguro te sabrá apreciar y en un florero de gran belleza te cuidará, y aún cuando mueras, tus pétalos guardará, para así este mágico momento recordar.
Ella volvió a preguntar: - ¿Qué es el secreto del alma?
- El secreto del alma es la amistad. Por eso te voy a dedicar una canción que te llene de felicidad.
El ruiseñor cantaba con intensidad y la rosa que era altiva se llenaba de bondad.
- ¡Vaya que es hermosa tú canción! –le dijo la rosa–, pero el ruiseñor no contestó.
20/08/09
Goscar Rojas