Yo
supongo que sobrarán ejemplos de personas que escriben en memoria de algún
familiar ausente (fallecido), que escriben para recordarlo o para recordar los
mejores (y no tan buenos) momentos a su lado, que escriben para perpetuarlos o
simplemente que escriben para no olvidarse de ellos, para mantener su recuerdo
siempre vivo.
Yo no seré la excepción. Acaso
espero que después de hacerlo disminuya un poco el dolor de su partida. No. No
lo creo. Pero en estos momentos va más a allá de una necesidad, es un deseo.
Han pasado 7 meses. Pero duele
igual.
Tantas cosas que a uno le enseñan en
esta vida, en el colegio, en la universidad, en la casa; pero nunca, jamás, te
enseñan algo parecido a esto. Cómo enfrentar la partida de un ser querido, cómo
enfrentar la partida de un miembro de tu familia más cercana. No. Eso no lo
enseñan en ningún sitio. Toca vivirlo.
Así que aquí estoy, intentando
“aprender” cómo vivir sin él, cómo no esperar su llegada, cómo no escuchar su
voz ni mi cumpleaños feliz silbado por sus labios, aprendiendo qué contestar
cuando me preguntan cómo estoy, qué sentir, qué pensar. Hay mucho que procesar
de un día para otro. Pero es necesario aprender. Y va siendo hora de enseñarlo
también. Nadie habla de eso. Las pocas veces que lo intenté, me miraban con fea
cara y me pedían que no hablara de eso, porque y que era “pavoso”. ¡No!. Pavoso
es que tu papá se muera y tú no sepas ni qué hacer con él porque nunca
manifestó su último deseo. Pavoso es no saber qué rayos hacer con todas las
cosas que no usará jamás. Pavoso es encontrarte a la deriva porque ni siquiera
te dio chance de despedirte de él.
Ya va siendo hora de dejar a un lado
la trillada frase de: “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”; y aprender
a saber lo que tenemos antes de perderlo.